Andaba por entonces un joven, barbilampiño, y mayormente idiota Daniel pontificando el epicismo por tierras Parisinas, cuando tras una exhaustiva visita al museo D´Orsay, acabó paseando por los callejones aledaños a la plaza del museo. Callejones amplios, grises, encuadrados por una arquitectura masiva, de fría piedra. En un golpe de vista repentino, atisbó la entrada a una tienda. Raro por que en aquellas calles escaseaban. La tienda resultó ser un emporio de lo bizarro, con uno de los escaparates más delirantes que he visto nunca. El cristal, sucio, enmascaraba toda suerte de objetos macabros. Calaveras humanas diversas, juguetes antiguos mutilados y vueltos a juntar, coronados con calaveras de animales, crucifijos, libros polvorientos y demás parafernalia.
El aspecto destartalado y polvoriento del escaparate ofrecía una visión excitante, y prometía lo mismo del lóbrego interior. Nos abrió una vieja rumiando lo que parecían ser Cheetos, que nos siguió por toda la tienda mascando de forma muy ruda. La vieja no nos quitó el ojo de encima mientras nos adentrabamos en aquella galería de locura.
Esta es la primera imagen del testimonio fotográfico. El resto las iré subiendo cuando las encuentre.
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